Lacero mis antebrazos para concentrarme en lo
que necesito sentir, repaso los apuntes, cuelgo los negativos en el cuarto
revelador... como si nada más existiera si no este dolor… que no quiere agua,
que no tiene arreglo. Sobre el naranjo chino de mi ventana, en la fuente, sobre
la valla, tras la casa de Tajuelo, la cuenca del río y la montaña azul… y en la
nube blanca y gris y amarilla… va llorando… vuelve… no escapa, en la llanura duerme, por
la mañana vuela… herido viaja.
¿Cómo podría escapar de este sentimiento? ella dice
Shhh… y todo vuelve al destiempo, al limbo donde nos hemos exiliado y en el que
Julia se siente tan segura y tan protegida, adonde nada es nada… ni hay nada
que perder, a ese todo-riesgo al que te abonaste querida… y a mi delirio…
firmemente incorregible… sostenido.
Anoche creí escuchar en la vieja puerta de madera el
trajín de un llavín, tímido y desmañado en el viraje hasta el último ¡clinmp¡
que liberara la condena… y después vuelta
apresurada a cerrar… Luego tus pasos yéndose.
Nada daría, no es
cierto; tan solo el veneno que en mi rio
navega sobre las panzas de los peces remontando la corriente hasta donde
recuerdo el cambio de tu voz. Desvarío sobre el tiempo y el cansancio que nos
hace volubles para elegir…. las rutas salvajes... las dudas de las que ahora
hablamos y el derecho al no, y a tu mirada que ya no me ve. Creo firmemente,
cada vez más determinado, en que debería construir un muro más arriba del
cielo… solo digo que… me avergüenzo si acaso de decir lo que pienso… y que
¡tendría que ser tan alto¡ …Soy la carretera y la policía llega detrás…
aceleró, no soy tu viento, ni los ruedines de tú primera bicicleta… solo el
recuerdo de la alfombra en la que volamos…
Un saquito de ámbar gris… algunos montoncitos de arena sobre
el mármol bruñido, mendigos en la plaza alta… he tenido frío…¡esa es la manera¡
Una tarde Gloria, bajo los árboles, cerca del rio y de su
casa… cerca de mí; recuerdo su sonrisa
casi sin abrir los labios, recuerdo sus ojos brillantes, su cara, su bondad y
el arrepentimiento que luego sentí… no era demasiado guapa. Yo le hablaba sobre
dunas y campos de la nada, sobre la inmensidad… y ella poco decía, solo me
dejaba largar, sonreía sin despagar los labios mientras sus ajos brillaban
clavados en mí… Es extraño como necesitamos de los años para reconocer la
verdad y añorar la belleza.
“He mirado las nubes desde ambos lados Desde arriba y desde abajo,pero de algún modo son solo ilusiones denubes en el recuerdo Realmente no sé lo que son las nubes”
No es de
una tarde que se entendiera ni dé tiempo a sentir la tristeza… Es el devenir
así de traicionero, en ocasiones aguarda y cansa y otras sorprende, no deja
espacio al desengaño ni a la velocidad negativa para vencer la inercia que nos
lleva… ¿Qué cosa fuera? que una mañana un puto whatsapp todo lo dijera y yo necesitara semanas
para notarlo …ridícula tribulación entonces sin absolutamente ser ya
concurrente la pena. Pero no te preocupes cielo, el tiempo lo mide un reloj,
es una maquina… y no existe en el un instante más que para recordar
o esperar… no entiende de otra cosa que
de la ocasión; y de escoria que no sirve abarrota todos los
muladares… A los que solo nos asomamos tú y yo para saber que estamos
en lo cierto, que allí perdimos lo que con prisa abandonamos alguna vez,
escondido entre las sobras, descuidados, arrojamos al vertedero...
Nadie dijo una palabra, ni ellos ni nosotros… imposible
romper el silencio. Estos instantes viven de sí mismos y solo se
resuelven con el sisear de las moscas… y porque necesitamos que
terminen.
En medio de la nada, en el centro del frío, coloqué un
pequeño río que recorrió las tierras hasta el valle; edifiqué allí mismo
algunas casas y una noria para levantar el agua que pasa y para
derramarla luego sobre el trigo… Aticé el fuego y soplé sobre los tejados
y el humo se tumbó en el llano trepando ladera arriba hasta donde
nace el torrente… Gris, tufo del desecho, el gas voló hasta las nubes, el agua calló del cielo, para seguir
brotando, para que la noria ande. Me las ingeniaré de estas otras maneras…
Encerraré dentro de una burbuja de cristal la luz que me alumbre, al horno
acercaré candela, tendré quien me acompañe y una estrella que me guíe… añoraré
todas las noches lo que nunca jamás pudo haber sido… El mesías seré que nazca
para renovarme cada año que dure la vida.
Perdonaron la vida a un convicto ayer - muerte por cadena perpetua -
lloraba él, lloraba su madre, lloraba su esposa… una cosa salvaje.
Los relojes suenan desafinados y la lluvia
llueve ajena a mi tristeza… tú evitas el recuerdo, eso intentas y yo agradezco
cobarde tu indecisión… ¿para qué recuperar de la memoria todo aquello? ¡hoy
que somos nada…¡ ¿por qué manifestar el fondo de nuestras almas?
No lo digas… ven si alguna vez quieres, sin anunciarlo llega… pero
asegúrate de traer flores.
Hay
un paisaje grabado en mi mente de dos mil doscientos diecisiete metros dentro
de una sola estampa del recuerdo - La casa de Rosario, la cuesta con seto y el
pilar; el camino estrecho, a un lado el terraplén empinado hasta el eucalipto alto
y el rio detrás de las cañas; los postes
gigantes y gruñones de la electricidad y
la curva de tierra roja al frente donde
cavamos una pequeña puerta para lo que iba a ser una vez una cueva… Abajo
oscuridad y el runm de la espuma blanca, alto el puente… y a mano izquierda
después de la valla alta la pequeña
aldea mirando al agua mansa… gris el
suelo de moredas; tornillos y piezas mecánicas oxidadas, abandonadas entre el hierbazal; el camino a la escuela después; huertos, la alberca… Doña Juana en su tarima delante de
lo que el domingo sería el altar de Don Diego… ¡Todo a la vez, por todos sus
lados superpuesto… ¡ Hay caras y cosas, nubes, piedras y letras, que caben en mi estampa… pero no aquí.
Anoche soñé que volvía a casa, Papá trenzaba ajos sentado en la acera de la central eléctrica, desde la coca que trababa en el dedo gordo del pie hasta sí enristraba… mamá en su tabla de lavar sobre el barreño lavaba… y la luz del sol fresca aún en la mañana de verano: Eucaliptos e higueras, dos pinos y un melocotonero; jaulas, gallinas, un estanque y bajando hasta el camino a la derecha el huerto… habían inventado un mundo a su alrededor lejos del universo. Mamá que necesitaba gafas para ver, quería mirar el camino que sube lejos y distinguir lo que imaginaba; papá que sí veía, veía que no había nada ¿qué ve mamá? Yo me preguntaba.
A través de las cortinas,
siempre detrás… te veo, pasar desde mi ventana o en la tuya asomada… tu nombre
enmarcado junto a los contactos de mi celular, en los portarretratos de
las fotos que guardo de ti… te miro; echada, rodeada por mariposas sobre la pequeña
baranda que corona el alféizar del balcón en tu casa vieja, donde aquella vez
no te vi, te veo, frente al hospital de
piedra… En todas las ventanas que encuentro estas, a las que miro, desde las
que acecho, todas te recuerdan: Agujeros, portillos excavados en la piedra;
rosetones y vidrieras; ventanas de papel del Japón… caos de un millón de
cristales en Manhattan desesperado hasta que te encuentro… busco; en la otra
orilla del gran canal te imagino andar por las callejuelas de Venecia pegado
anheloso a la porta del Vaporetto… creyendo verte pasar mientras pasas tu
ligera… Entre las estrellas, apostado en
la cubierta de observación de la Enterprise te sueño.
Estoy bien… pasan lentos los ratos en casa suena yéndote un silbido muevo mecánico mi pañuelo reservo lágrimas de postre en la alacena Todo lo que pasa, pasa cuando pasa y menos lo esperas, a pesar de venir de a poquito como cede el canto cuando cede de ver pasar el río Y cae incesante la arena de un reloj de arena Al final del corredor hay un espejo y cada vez que cierro los ojos la misma idea llevo, un lado sin nadie en mis paseos Encenderé en el jardín de noche las velas seré lo que quiera… lo que sueñe si sueño seré yo mismo embelesado viendo girar las ruedas
Debo
buscar razones que justifiquen mi quietud, mi nada más al viento, como los
molinos ramell en Sa Pobla – Mallorca, empujados por una flecha… dejados de lo que
una vez fueron al capricho del aire; gris donde las palas lucieron fuertes de color
y ahora solo chirridos y quejas. A eso de tanto andar olvidé la salida, perdí
el destino y encontré a cambio de todo tanto que… apenas nada. Resignado a la contemplación cuento
estos días embelesado en Linares-Baeza de una en una todas las traviesas de la
vía, escucho los trenes que arrancan y en los que a nadie despido, son cuatro
millones de pares; pisan las
maderas raíles que escapan cobardes y concomitantes hacia el horizonte, hasta donde mis ojos operados ya no distinguen…
Como un trompetista bizco con la cara hinchada… quedo allí sentao oliendo la
grasa… viéndolo pasar.
Esta carta me llegó hoy, yo que nunca recibo… voy a tratar
de leerla:
Palacio
de las moredas 21 de agosto del presente
Señor Buendía, a usted que
fue solo un rato toda mi vida y que sin entender por qué no lo he
olvidado; quisiera pedirle que se retire, que sin causticidad entienda
que deseo… usted deje de vivir, que muera. Pues debe saber la grave molestia
que para mí es su presencia, incluso de oídas la certeza de su existencia…
tan larga y aburrida: en el olvido, en el recuerdo y en el reencuentro...
Señor, sepa que solo sus deleitosas torpezas provocaron en mi corazón estas
profundas heridas, todas: Sus obsesiones, ensueños y ambigüedades, aquel
absurdo subjetivismo, la exasperación de su extravagancia... los noes y
los síes, los peros… el desasosiego. Mi querido Fernando, de mi
desaparezca; sin que malentienda mi gusto espero, pues solo quisiera no
volver a necesitarlo… y no encuentro otro remedio para mi bien que su
inexistencia. Quisiera de esta manera recuperar el aliento y volver a
dormir con tranquilidad no más que hasta el amanecer reposada y esperar cada
día el desayuno descuidada en la cama. Conozca mi malestar el daño y las
molestias a lo largo de los años suscitadas, el runm runm incesante en mi
cabeza hasta romper en la locura; asimismo considere el perjuicio
ocasionado, lucro cesante por no haber aprovechado el tiempo
de su culpa perdido… con otro más elemental y menos
indeterminado.
Entérese también, sepa señor, que
especialmente la casa se me hace insoportable en las tardes en que asomada a la
ventana miro hacia la esquina del antiguo hospital de piedra cuando por un
casual y con aire desgarbado por allí cruza la decaída caricatura de lo
que antes, Distinguido y olvidado, usted fue… ¡si bien recuerdo
aún su fina estampa¡ Y con las manos apretadas a la pequeña baranda,
trato de cerrar los ojos para no ver… pero usted, inexcusable pasa.
Sin más me despido, sin nada, sin quererlo…
sin poder ¡ansiado olvido¡
Genoveva Oliveira
No sé de
quien vino ni debo querer saberlo, el cartero la dejo en el buzón junto
al resto de la correspondencia: recibos domiciliados y saludas de los bancos…
Pero ¡el tiempo huye…¡ he leído en esta carta, hacia atrás de mí
ahora… El presente es como el punto de fuga en una perspectiva, es un
vértice impropio, situado en el infinito y que solo tiene sentido como
referente para recrear la realidad, el pasado y el futuro constituyen las
aristas que conforman el volumen. Siempre estamos en el punto de fuga, impropio,
situado en el infinito, pero siempre huyendo hacia cualquier rincón, el que fue
o será... Olvida si puedes que existimos una vez querida y
recuerda que en realidad na fuimos… que solo soñamos… Pero si has de
imaginarme, imagíname siempre al acecho...