viernes, 15 de febrero de 2013

El Hombre Analógico (1ª entrega)




¡Maydey!, ¡maydey!, ¡maydey!… Space jumper one enviando llamada de Socorro; ¡maydey!, ¡maydey!, ¡maydey!… ¿Alguien puede escucharme…? ¿Hay alguien ahí…? ¡Maydey!, ¡maydey!, ¡maydey!… Space jumper one…

Ramiro era un tipo corriente y correoso, algo hermético quizás, pero un auténtico superviviente. Operario montador de propulsores de ondas gravitacionales en la Aguirre Enterprise con más de diez años de experiencia, fue uno de los últimos afectados por el ERE que llevo a cabo la compañía cinco años atrás. Hoy, es un reconvertido estibador de fortuna; un descontado y anacrónico habitante más de la evolucionada New World City del S. II, año 102, después del gran cataclismo.

La mañana era una de esas mañanas húmedas, calurosas y grises, tan habituales en los últimos tiempos; la alta radiación infrarroja, producida por la práctica inexistencia de ozono en la atmósfera, el efecto invernadero y la creciente contaminación industrial, habían hecho de la tierra un lugar difícilmente habitable. Los humanos, antaño paradigma y esplendor de la evolución de las especies, eran hoy un extemporáneo vestigio biológico cada vez más diezmado e insignificante, en un universo despiadado y cruel, que no hacia concesiones. El cielo ya no era azul, ni transparente; el sol hacía años que no iluminaba la tierra, todo era bruma, una densa y soporífera niebla resplandeciente cubría el planeta. Como consecuencia, la cobertura vegetal estaba arruinada y las explotaciones agrícolas hidropónicas, habían sustituido a la agricultura tradicional. No era prudente exponerse de forma continuada al exterior. Es por esto, que las comunicaciones y la mayor parte de la vida se hacían “underground”: complejos industriales multi-factoriales, donde, cada día era más difícil encontrar una ocupación que los robots, ordenadores o autómatas, no estuvieran realizando ya; sórdidos y contaminantes vehículos y convoyes de transporte que se sucedían, sin solución de continuidad, en un infatigable movimiento pendular de ir y venir; paradas para transeúntes equipadas con elegantes y solícitos espacios lúdico-comerciales, capaces de recaudar hasta el último euro disponible que se atreviera a llegar a manos de la gente decente; también en casa, si se tenía la suerte de contar con una, o lo que era más frecuente: merodeando y rebuscando algo que llevarse a la boca, entre los residuos y los despojos que un mundo, exhausto y empobrecido, generaba profusamente.

Como todas las mañanas, Ramiro manejaba distraídamente su primitiva unidad eléctrica de desplazamiento personal, MTEO-POF camino de la plataforma de atraque de la Galáctica Express, cuando, de sopetón, como si de una aparición se tratase, tres androides tipo CNP-ONE capitaneados por una unidad directora Cyborg CSI-PO humanos con implantes cibernéticos, más conocidos como “Leonardos”, conduciendo a la más hermosa y delicada de las criaturas que Ramiro hubiera visto nunca, se le empotraron en el parabrisas. En un extraordinario alarde de habilidad y reflejos, Ramiro fue capaz de hacerse con el control del vehículo, minimizando los efectos de la colisión. Pero, así y todo, había sido imposible evitar aplastar la cabeza a una de las unidades CNP-ONE.

¡Mala hora, joder…! –Balbuceo Ramiro imaginando las consecuencias.

La unidad Cyborg, que estaba al mando del equipo, se acercó hasta él. Con una sola mano, lo agarró por el pecho y lo elevo como un metro sobre el suelo.

¿Qué crees que estás haciendo, descontado de mierda? –inquirió el Leonardo.

Y diciendo esto, le introdujo el dedo por el culo hasta el muñón. Ramiro gritaba, maldecía y pataleaba inútilmente, sentado a horcajadas sobre el apéndice del Leonardo, mientras se le caían dos lagrimones como dos puños. En realidad, el dolor físico era lo que menos le importaba. Su dignidad estaba siendo pisoteada… ¡El mismo aliento le dolía! Estaba siendo ultrajado y vilipendiado de forma humillante y arbitraria, por un pedazo de carne con escaso cerebro. Sin razonar, sin justificar, sin oportunidad de explicarse, ¿qué había pasado con los justos…? Y luego estaba ella.

Las unidades útiles CNP-ONE se pusieron en marcha. Su cometido no admitía demora. Apartaron a un lado de la calle a la unidad siniestrada y continuaron camino. Escoltaban a la chica hasta el acceso de pasajeros de la “Galactic Voyager”conocida como “El Planeta Errante”–. la Galactic, era una gigantesca nave espacial tipo planetoide, completamente autónoma. Un transporte interestelar propiedad de la saga “Aguirre-Cacciatore”, a la sazón, parientes en grado lejano de la muy honrada y reverenciada Dorothea Kirchner, Varonesa y actual mandataria universal de la Organización de Planetas Unidos y Solventes (OPUS).

El Leonardo, que se había entretenido un par de minutos todavía, haciendo que Ramiro mordiera el polvo nuevamente, se encaminaba ahora hacia la plataforma de embarque siguiendo los pasos de sus gregarios.

Quebrantado, deshonrado y desesperadamente cabreado, Ramiro se dirigió de forma instintiva al receptáculo dispuesto bajo el asiento de su vehículo, allí guardaba una vieja Hudson Desert Eagle de 50 mm con cargador extraíble de siete cartuchos y algo de munición –una antigualla que había recibido como pago de un trabajo que no pudo cobrar, que guardaba ajustada y perfectamente engrasada–. Una pistola semiautomática de grueso calibre capaz de perforar una placa de acero de 12 mm, diseñada por Magnum y fabricada en Israel. Monto el arma y sin pensarlo dos veces, se dirigió hacia el Leonardo que marchaba rezagado.

¡Eh, capullo…! El ciborg, se giró con saboreada arrogancia, no podía imaginar que Ramiro, sin mediar palabra alguna, le metiera dos tiros en el pecho que le dejaran seco en el acto.

¡Perro de mierda!  imprecó Ramiro, y escupió sobre el cadáver.

Echo un vistazo en derredor y comprobó que no había nadie. Afortunadamente, nadie había advertido nada, –pensó–. Y sin saber muy bien por qué, resolvió seguir a los androides y a la chica hasta el interior de la nave.

No fue difícil eludir los controles de acceso de la nave interestelar, los CNP-ONE no destacaban por su sagacidad y eficiencia precisamente. Eso sí, una vez dentro, resultaba complicado saber qué hacer y dónde dirigirse. Decidido, pensó adentrarse en la bodega de carga; era uno de los lugares más desguarnecidos y seguros para refugiarse. Según iba avanzando, entre la negrura, le pareció reconocer una familiar forma que emergía de entre las sombras. Se acercó con cautela y, efectivamente. Aislada y un tanto descuidada, una veterana nave de avituallamiento tipo Serenity, reposaba sobre un dique de carena parcialmente desmantelada. Salto al interior y busco acomodo sobre uno de los asientos de la cabina.

¡Joooder! –dijo mientras se sentaba notablemente excitado, empezaba a tomar conciencia de lo ocurrido–. ¡Sosiégate, sosiegate...! Necesitas procesar lo que ha pasado.

Todo había transcurrido de forma tan absurda y vertiginosa que, como en otras ocasiones, se le había mudado el carácter y sin tiento ya para medir y calcular, el arrojo y la testosterona habían dispuesto sobre la lógica. Una cosa había llevado a la otra, y… el hecho es que era un "Crack" para complicarse la vida.

– ¿Por qué siempre, tienen que pasarme a mí estas cosas? ¡Mierda…!  ¡Joder! –dijo golpeando reiteradamente con el puño sobre el brazo del asiento.

Entonces trato de serenarse; respiro profundamente hasta en tres o cuatro ocasiones, descanso la cabeza sobre el respaldo del sillón, y sus mandíbulas se aflojaron. Cerró los ojos lentamente y sucumbió a un placentero silencio. Transcurridos unos minutos... abrió los ojos de nuevo y sentencio:

¡A la mierda! –en una urgente decisión que despachaba de una tacada, toda su desafortunada existencia–. ¡A cantar igual no aprendo, pero no voy a dejar de cantar por eso, joder! 

Continuara...

La Nebulosa - © Edy
Ilustraciones: Ian McQue y Frank Quitely



Acompañamos con: Space Oddity - David Bowie, 1969




Contra plano azul - El hombre sin mirada


Contra plano azul.

Se me hacía  tarde y llovía, llovía aquel martes. Desesperada, luchaba para avanzar entre la niebla que el viento movía a su antojo. Sesgada la lluvia, garreaba en mi contra, convirtiendo en una indómita fierecilla aquel puñetero paraguas azul imposible de gobernar. Mis ojos entornados, trataban de orientarse entre la nada, castigados por la intermitente luz amarillenta de un cartel que reflejada, sobre el brillante suelo mojado de la calle, ¡schweppes¡, ¡schweppes¡, camino del Lennon,

Lo vi nada más entrar, estaba junto a la ventana baboseando a aquella chiquilla morena, Luis  me saludo desde la barra y sonaba aquella manida canción. 

- ¿Por qué hemos quedado en este sitio Luis? Te dije que no me gusta, aquí no hay término medio o viejos o niños, la música es antigua y huele mal -saludé a Román-, zumo de piña, solo eso, gracias Román.

Tenía el pelo mojado, las medias empapadas y deshecha la pintura de la cara. ¡A la mierda las dos horas en casa arreglándome!, y además estaba histérica. A todos los hombres les gustan las mismas gilipolleces; garitos lúgubres, música espesa y venga hablar del ayer. 

Me lo tropecé cuando fui al baño para componerme un poco, ni siquiera se dio cuenta, iba como perdido, desencajado, tuve que apartarme para no ser atropellada. 

     ¡Caramba¡… una se pasa la adolescencia detrás del culo de un chico y la juventud pegada como una lapa a él, sin conseguir jamás la atención que necesitas, pero cuando por fin decides machar, resulta que no sabe vivir sin ti… “¿de qué nos sirve haber logrado nuestros deseos, si no alcanzamos placer ni reposo?” ¡Uff¡, la sangre me hervía. ¿Por qué quiso quedar allí el condenado Luis? y, ¿por qué yo acepté?. Soy un caso, trato de poner tierra de por medio, de dar fin a todo e iniciar un camino nuevo, pero vuelvo siempre al mismo lugar, ¿es así como somos?, ...damos vueltas en torno a nosotros mismos, siempre el mismo círculo, como seres endémicos... Yo quisiera una vida nueva en la que no representara una lacra mi vida anterior, un renacer, otra oportunidad; pero es tan difícil todo… ¡demonios¡ …solo hay un vivir y en evaluación continua, no podemos volver a empezar, debemos seguir: Y tal vez sea mejor así, solo un camino, un nuevo paso es posible gracias a todos los anteriores. 

Nos fuimos. Sin saber a dónde, no me encontraba a gusto allí, mire y vi como se tambaleaba camino de la barra, también vi que por fin me vio, cruzamos la puerta y abrí el paraguas bajo la lluvia. Hacía una noche de perros entre la que comenzamos a andar calle adelante alejándonos del Lennon. ¡Schweppes¡, ¡schweppes¡, ¡schweppes¡, …amarillo como el azufre.“Las Brujas me salieron al encuentro… su ciencia es superior a la de los mortales, quise preguntarles más, pero se deshicieron en la niebla”…  Supe entonces que me observaba desde la ventana, mantuve el paso firme, no miré atrás, me partía el corazón que se lo pudiera partir a él, sonreí y agarre el brazo de Luis. 

(c) f. buendía


Acompañamos con:  Love's away (El amor esta lejos) Ben webster







martes, 5 de febrero de 2013

El paraguas azul - El hombre sin mirada


El paraguas azul.

     Como un inglés reivindicándose a si mismo andaba yo aquella tarde. Desganao  y harto de revolotear por  casa,  baje a tomar café. Gin tonic, un dedo de Gin, después del café y dispare los malditos dardos sobre el tablero de colores trapezoidales; ¡En mi vida había yo jugado al jodido juego y heme aquí!,  me volví a la barra y le dije a Román: uno más,  llena uno más, cortito de Gin, ya sabes Román y ponla otra vez, pon otra vez Rock ´n` Roll Suicide. Me senté junto a la ventana empañada, la restregué y observe el exterior del Lennon vacio aquel martes.

     “¡Oh no amor! no estás solo,
     no importa qué o quién hayas sido,
     no importa cuando o donde has sido visto,
     todos los cuchillos parecen lacerar tu cerebro….”


     Llovía a mares ¡joder! y estaba oscureciendo, la calle gris se percibía distorsionada, irisada en amarillo por  el reflejo  de la intermitente  luz de  un cartel, ¡schweppes¡, ¡schweppes¡...  sobresaltado, me volví porque alguien a mi espalda  inquiría ¿tiene usted fuego?,  ¡¿perdón?¡,  una jovencísima chica morena me miraba muy cerca sujetando un cigarrillo entre los dedos  que apoyaba sobre sus labios apretados, a la vez que  repetía entre dientes ¿Qué si tiene usted fuego?, rasgue rápido una cerilla y se la ofrecí , gracias me dijo; no pude respirar, tenía los ojos perdidos en el culo de la morocha irreverente que ahora se alejaba, hasta que las yemas de mis dedos me hicieron respingar castigadas por la llama del fósforo que había llegado a su fin. ¡¿tiene?!…. ¡¿usted?!…. ¡pero!, ¡¿Qué pasa?!, corrí al retrete para mirarme en el espejo, ¿me ve viejo?, ¿no soy de ellos?, ¿soy un intruso en mi propio garito de to la vida?. Me dieron ganas de quitarme la ropa y salir a gritar bajo la tempestad: ¿Hay alguien que me reconozca?,  ¿soy yo este?, ¿acaso no soy yo el que anda?, ¿quién os habla?, ¿tenéis abiertos los ojos?, ¿alguien puede decirme quién soy?.... En cambio me giré hacia la barra, dame ese bourbon que por siete veces me he negado esta tarde, un Four Roses, grande, Román.

     A aquel local, que ya se me hacía extraño, lleno hasta las trancas, no acudió nadie esa tarde, ni Agu, ni Leo, ni Diego… nadie y a nadie conocía de los que estaban allí, entendí entonces que las tardes de los viernes en las que nos reuníamos tradicionalmente todos en aquel sitio, nuestra segunda casa, tan solo eran nuestras tardes de los viernes, nada más, el Lennon acogía a más moradores y Román el anfitrión, nuestro barman particular, cómplice, sonreía a otros también. ¿Todo bien? Me pregunto aquel tránsfuga cuando tropecé camino de la barra para pedir más hielos; Si, todo controlao, respondí;  y en este giro, que mis ojos, acompasando el movimiento de mi cabeza, necesitaron producir para recomponer el equilibrio, note un gesto familiar entre el tumulto que poco a poco desalojaba el bar, aquellos hombros que cruzaban la puerta colocándose el abrigo, esa decidida forma de andar que no he olvidado, el gesto de su cuello ladeando ligeramente la cabeza…  corrí a la ventana para mirar…   si, era Julia esa turbia figura  que bajo un paraguas azul, iba del brazo de otro que no era yo.  
   
     ¡Oh no amor! No estás solo. 
     Te juzgas a ti mismo, pero eres tan injusto...

(c) f. buendía


Para acompañar: David Bowie - Rock ´n` Roll Suicide


viernes, 1 de febrero de 2013

Fandango


Al ritmo, caminando cogidos de la mano, yo de traje, ella guapa. Apresurados. En la solapa una rosa que no al mucho le ofrecí y ella aceptó. Luego se la llevó al pelo, y compuso un cuadro.

Sonaban campanas de boda desde una iglesia cercana, a mí se me anudó la garganta. Ella me miró, y luego me miró, y luego me miró… Y llegamos.

Alguien me dio un empujón, hice una reverencia arrugando apenas la espalda, y tomé asiento. Por detrás sonaban palmas.

Luego, en silencio y al cobijo de lo oscuro, sostuve con pulso firme, pero suave, el mástil. Esperé lo que había que esperar y le entré en un arrebato por fandangos. Ella apareció llenando el espacio y al soltar la cola de una patada, a mí me dejó en el filo, el resto cayó por el barranco.

La Nebulosa - Leandro Bastón            


JORGE PARDO QUARTET - Domenico fandango