Me mintieron los espejos,
los cristales de los escaparates me embaucaron. Adicto como un yonki a la
hermosura, me asalto el engreimiento. Siempre fui un fatuo remilgado. ¿Humildad? A otro perro con ese hueso, yo no creo en la utopía discurso de
fracasados. El arte y la sutileza moldearon mi sustancia, fui azote de anacoretas.
Pero cuando menos lo esperaba, el tiempo, traidor e inapelable, cambio mi carne sin
alma por una carne terráquea, y los años, los inviernos, me marchitaron. La
vida se convirtió entonces en una ciénaga fétida y fangosa y todo, resulto efímero, ¡todo...!, resulto efímero. Como efímeros fueron mis quince minutos. ¡Maldito Dorian Gray!
La Nebulosa - © Edy
¿Es la fealdad, entonces,uno de los siete pecados capitales?
ResponderEliminarPertinaz dicotomía: ética o estética, bien o mal, alma o cuerpo, arte y vida. ¿Es la belleza un refinamiento de la inteligencia? Oscar Wilde contestaba de esta manera cuando le preguntaban por Dorian Gray: "Venenoso si ustedes quieren, pero no podrán negar que también es perfecto, y la perfección es la meta a la que apuntamos nosotros los artistas".
ResponderEliminarSolo lo efímero permanece en la memoria.
ResponderEliminarSaludos.
Ah!... la sublimación del Romanticismo. Quién querría vivir para siempre, verdad? Gracias!
Eliminar