Seis y cuarto
Como todos los miércoles dieciocho y quince visito a mi loquero, por lo que se ve tengo problemas de abandono ¡quién lo iba a decir¡ Me crucé con Lola a la entrada del hospital, ella acababa su turno en la caja del catering bar y yo acudía a mi cita
Como todos los miércoles dieciocho y quince visito a mi loquero, por lo que se ve tengo problemas de abandono ¡quién lo iba a decir¡ Me crucé con Lola a la entrada del hospital, ella acababa su turno en la caja del catering bar y yo acudía a mi cita
-
¡Hombre¡ dichosos los ojos ¿cómo estás?
- Bien, bien -
contesté - ¿Y tú?
- Ya ves del curro, aquí cambian a
los médicos pero yo siempre estoy - sonrió
Ella trata de disimularlo pero la pequeña
mancha color miel sobre su labio superior, es lo que le armoniza el rostro
lechoso de ojos transparentes y salteado con pequeñas pecas como una indomable
pelirroja gallega de raíz escocesa, no tengo ni idea, pero me atrevería a decir
- ¿Te ocurre algo? -
preguntó
- No, no, nada, una revisión
rutinaria con el Urólogo – respondí y no sé si lo
empeoré
-
¡Ah, ya¡ nada de importancia ¡verdad? – dijo de forma
espontánea.
Lola es de esa clase de persona
empáticas que hacen que todo sea fácil, a la más mínima polémica, se pone de tu
lado ofreciendo la consideración que tú incertidumbre necesita para que te sientas
bien, en ocasiones ¡grande Lola¡ Sin embargo hace exactamente lo mismo cuando quiere
expresarte justo lo contrario, solo que notas sin necesidad de
quedar en evidencia ante los demás, su desaprobación… Todo de una
forma natural sin alardes, simplemente ella es así.
De un siquiatra uno espera razones y causas pero nunca píldoras. El miedo a que desnude tu infancia o manías inconfesables pronto se evade en beneficio del desasosiego. El doctor debería saber que un hombre se prepara antes de acercarse a su consulta: La motivación, la necesidad, el alineamiento del YO - al que uno se somete durante meses preparando la eucaristía del momento, cae en la más pura desolación cuando acuerdas que hoy tan solo será una toma de contacto… un apunte de datos… Y pasaran los días lentos después y desesperantes; donde no sucederá nada más que los rutinarios repasos para las dosis de la medicación y la confrontación de las analíticas; mientras te preguntas ¡¿Cuándo hablamos de lo mío?¡
- Don Remigio ¿de qué me
trata? – quise preguntar, me miró sobre sus gafas y se sentó
mientras repasaba unos documentos
–
No estoy seguro, creo que padece un Trastorno mixto
Ansioso-Depresivo – manifestó
– Quizá algo más, aún no lo sé
- ¿Es grave? – débil,
casi dije como un suspiro
– Depende
- ¿De qué?
- De lo que usted haga, de lo que
necesite, de la evolución y de las consecuencias – quise llorar
de impotencia
–
Pero no se preocupe, haga vida normal y sea riguroso con los
medicamentos así como con la frecuencia de sus visitas a mi consulta, todo irá
bien – y extendió la receta.
Puntual seis y cuarto vuelvo cada tarde a la cita, antes
merodeo cerca del restaurante bar esperando cruzarme con Lola;
pocas, las tardes que coincidimos suponen mi única terapia, nunca he
sabido porqué pero tal vez su sonrisa, sus profundos ojos claros de mirada
rápida, no mantenida para evitar aturdirme… pienso, o por su propia
timidez, no lo sé. Nada espero de Lola pero ¡me hace tanto bien¡ sencilla, sin
alarmas ni sorpresas… El desorden de la personalidad es como la pescadilla que
se muerde la cola, ni gusta la cola ni ser pescadilla. Nunca sabes que fue
primero ¿Un perdido nace o se hace? Y
nunca se recupera del todo: como el alcohólico, condenados a ser crónicos
¡no vuelvas a pensar en una copa o en cometer torpeza alguna jamás…¡ siempre sereno… sin alarmas, sin sorpresas... todo irá bien...
El sanatorio se halla en la villa alta, cerca de la subestación y del zumbido de los transformadores de la electricidad. Un lugar sórdido al suroeste de la atalaya donde un día, muchos años atrás Julia y yo salimos una tarde de domingo, kodak en mano con la intención de perpetuar fotográficamente el momento. Debía ser primavera por las imágenes vistas ahora en las instantáneas sobre fondos de hierbas altas y luz de atardecer: verdes, azules y ocres… Guapa Julia de media sonrisa, vaqueros y camisa a rayas, aparece difuminada ya pero resplandeciente aún, joven de cuando no se conoce otra manera. Recuerdo cada camino, todos los lugares, la piedra donde posó para de mi objetivo su número f - cociente que relaciona apertura máxima de diafragma y distancia focal... “profundidad de campo” ahora de mí, de Julia, de aquel lugar, triangulo de exposición en el tiempo eléctrico, crudo y terrible, dulce.. e inevitable a mi memoria postergada de tristeza.
Al filo de la cama pienso
Dejado sobre mí caer, espero
Enciendo, apago la luz...
Hay cosas sobre mi mesita que siempre están
Que no necesito, pero las tengo
Y libros ocupando una silla en la que nunca nadie se sienta.
Un laberinto de carreteras, accesos, caminos y arcenes; confunden ahora este lugar y a mi memoria; intento situar espacio y tiempo pero desconsolado me pierdo ¿es aquí por donde pasamos? ¿allí donde nos sentamos para esta foto? ¿acá desenfunde la cámara que mantenía calada en ristre como ¡alma mía ¡ entorno al cuello, o más allá tal vez? ¿qué le dije? ¿qué me contó? ¿por qué sonreía? ¡Fue aquí y no hace tanto Dios¡ ¿dónde? ¿dónde todo? ¿a dónde va? La vida, el vivirla cada día, es un cúmulo de circunstancias y coincidencias; favorables a veces, otras no… otras las circunstancias te condenan… ellas no hacen nada, tan solo suceden.
Hoy que visito, como todos los miércoles,
seis y cuarto al loquero; miro el viejo camino y entre mis manos
siento el cuero claro de la funda, un molde perfecto para la cámara
fotográfica y bajo mi dedo índice derecho, nervioso… el botón de disparo.
Salgo tarde y despistado, de vuelta a casa… tomo mi medicina y leo las indicaciones en el prospecto… luna llena… Puede que esta noche sea otra noche en que recuerdes mi nombre, necesario y aburrido. Pero de esta espero algo especial… como lo he esperado siempre.
© f. buendía.
Almost blue
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