Estuve
pensando en escribirte una nota escueta, pasarla por debajo de la puerta de la
habitación, con discreción, y no me salía. La letra no la tengo demasiado clara
y el trozo de papel, del tamaño de una tarjeta, desde el principio se me antojó
demasiado pequeño. Luego decidí componerte una canción y tampoco acertaba, ni
con los acordes, ni con las octavas y con el estribillo lidié con entusiasmo
pero sentía que le faltaba al menos una nota.
Más tarde, me
dejé llevar por los caminos retóricos de la poesía y fui a expresarme con
renglones chiquititos, forzando las sílabas para que cuadrasen en el ritmo,
escogiendo a conciencia los adjetivos para que dieran a entender con precisión
aquello para lo que eran ideados, llegando a rebuscar por los anaqueles de mi memoria
aquellos sinónimos verosímiles y oportunos; pero no pasé del segundo verso, que
creo recordar decía algo así como: “… te
quiero tanto, ya desde tan pronto…”.
Ya estaba
inmerso en ese soneto pero el tercer verso, el que sucedía a éste, me
resultó imposible de componer. Encontré muy pocas palabras que rimaran con “pronto” y las halladas se alejaban en
exceso de la idea con la que inicié la creación poética. Una de las primeras
fue “Toronto” y como puedes deducir
poca versatilidad me ofrecía. O me iba yo o lo hacías tú. A Toronto, digo. En
la trama del poema, me refiero. Y ninguna de las dos acciones me divertían, ni
eran oportunas, ni mucho menos románticas y, lo peor, nos alejaban cuando yo lo
que quería comunicar era la sensación de estrechez, de unión entre ambos. No sé
si me explico.
En fin, la
cuestión es que lo fui dejando, y dejando, y dejando. Hasta que ha llegado este
día y he tenido que improvisar. Con esta carta. Sí, esto supone mi última
opción, pero ya verás que tampoco me sale. El caso es que, y ya que no dispongo
de más moratorias, he decidido ocultarla bajo la funda del cepillo de dientes con
la intención de que al asearte en esta mañana te sorprenda y resulte agradable.
Lo del cepillo de dientes ha sido otra solución de emergencia, originariamente
había imaginado colocarla: la carta, o la nota, o la poesía, o el cd que llevara grabada la canción; bajo
un estupendo regalo. Pero… Bueno, esto, mejor lo hablamos más tarde.
En cualquier
caso, estimo que todo esto viene porque “…
te quiero tanto, ya desde tan pronto…”. Créeme, es así.
En el día de
nuestro aniversario, te quiere, tu esposo.
P.D.: Con el
regalo he sufrido ciertos accidentes consecutivos e inoportunos, sólo espero
que no te enojes, en breve espero tenerlo solucionado.
P.D. 2: Pero
lo importante es que no lo he olvidado: el aniversario. Son veinte años,
difícilmente.
P.D. 3: Ésta
última frase ha de leerse siempre con buena disposición.
P.D. 4: ¡Lo
del ramo de flores…! No he caído, maldita sea.
La Nebulosa - Nico Casai.
No hay comentarios:
Publicar un comentario