Ducados.
En la cajetilla solo quedaba un
ducados arrugado y aunque mi garganta ardía y no soportaba mas brasa, salí a
comprar tabaco, pues desespera la idea de echarte a dormir sabiendo que sobre
la mesilla no hay na.
Los principios se me dan bien y
los finales, pero me cuesta lo de en medio ¡Demonios¡ el hígado me hervía como
un cocido maragato y mi cabeza resoplaba cual una exprés desajustada ¡Pufm, Pufm,
umf puf, pufm¡ el caló me asfixiaba ¡plaf,
plaf, punff¡ ¡¡Caray, abrid la ventana¡¡ grité. Cuando a uno le pasa esto, le importa
una mierda el mundo, no quisiera ni morirse, por tal de jugársela a la puta vida.
Desesperado, quedé dormido y cuando uno despierta después de haber claudicado
de esta manera… Se despierta uno con sed, y enfadao; pero si no tienes a quien
te vea… da igual ¿Dónde está mi cajetilla de ducados? Empujé la mesilla que cayome sobre el pié del
que el dedo gordo ahora me sangraba, pero callé tratando de no mojar el sigarro entre los dedos de la mano que encendí rabiando y gruñendo de doloo mientras chupaba y las
lagrimas se metieron en mis labios que empapaban la meca que yo chupaba: llorando, dolido, endiablado; maldecía pero
fumaba… fumaba ¡Caray¡ a uno no le importa ni el dolor que siente y que te
quemes los pulmones te gusta, porque cuando te quieres quitar la pena de la vida… La vida da pena.
¡Nadie¡ nadie, era de día y yo
estaba solo, como todos los muertos de los cementerios, soleados los días de
sol y sin nadie… todos muertos; solo y callao como si no hubiera ninguno al
lao o el que estuviera, fuera un muerto. La cajetilla de tabaco, mi dedo sangrando
y yo como un muerto. Miré desde el balcón y lo vi too más no pude tomar ná, nada… todo claro pero mi
mente ná alcanzaba, evidente pero ajeno, al otro lado del espejo. Mis dientes
descarnaos bailan por la desesperación de no ser más que viejos, solo viejos…
amarillos y viejos, en el espejo;
asustan cuando rio... pues solo me queda ser serio. Nada cuido porque
envejezco y envejezco descuidado, a veces fumando sonrío solo si estoy solo
frente al espejo y solo envejezco. Muy bajito, ya ná se escucha, casi nada… todo
en silencio… suena como una bendición, bajito… sin nada, un velo ante la ausencia, como todos los lugares adonde
nos quisieran llevar …suena bajito, calla,
calla…
En la cajetilla solo quedaba un ducados arrugado y aunque mi garganta ardía y no soportaba mas brasa, salí a comprar tabaco, pues desespera la idea de echarte a dormir sabiendo que sobre la mesilla no hay na.
La Nebulosa - © F. Buendía
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