Losing My Religion
La deslealtad es algo que no deja a nadie
satisfecho, al traicionado por razones obvias y al traidor porque siente
vergüenza de su propio acto, de alguna manera cuando un individuo traiciona, se
reconoce a sí mismo como un piojo. Todos
los días padecemos alguna traición pero también cada día somos piojos
¡capullos¡ pues a diario traicionamos a nuestros principios. Salí airado de su
casa, me había pasado joder, pero es que me saca de quicio; él que había movido
tanto, que nos hizo soñar… callado ahora, dejando que el tiempo pase, vencido…
¡Uhmm¡ renunciando ya a todo… Maldecía como un perro rabioso huyendo, renegando
sin rumbo, colérico y desesperado porque no sabía si era yo el piojo o yo el
traicionado. ¡Demonios¡ un tipo debe ser firme y coherente en lo que explica,
fiel a quien contamina y generoso con quien cree en ti.
Me sentía una rata por haberle dicho todo aquello y necesitaba un trago:
No bebo desde la noche en que Irache me recogió deshecho de la calle y me llevo
a su casa; después tuve que asistir mucho tiempo a ese puñetero programa. Fue
cuando llegue de Londres, digamos que los doce años en esta ciudad no sentaron
bien a mi salud. Ahora vivo con Irache y su marido, tienen una niña pequeña y
me encuentro bien allí. Siempre he tenido buena mano para buscarme la vida,
aunque realmente no sé hacer nada, mi facilidad con el inglés me dota de cierta
utilidad para los demás. De esta manera conseguí trabajo en el centro de
negocios de la Gran Vía, donde llevo un par de años; aunque no sé muy bien cuál
es mi puesto real allí y me tratan como una pelandusca de aquí para allá todo
el tiempo; pero al menos pagan puntualmente, no tengo que hacer concesiones al
sistema y me muevo a mi aire.
La gente es la polla, menudos valores de mierda son sus referencias, los
que nunca tuvieron luces, siguen sin tenerlas; con títulos universitarios más
títulos a necios. Y los que las tuvieron, se han acomodado, cediendo a los
placeres y al refinamiento, son anarco-burgueses ilustrados; ahora viajan como
turistas por Europa y se alojan en hoteles de lujo, asisten a la opera con ropa
sport de marca que cuesta más que un traje a medida y discuten en voz alta con
los sumilleres en los restaurantes ¡Damn it¡ Pensamos que la cultura y el saber
nos harían libres y mejores pero ¡¿Qué ha pasado?¡ Planteamos órganos
educativos extremadamente academizados que se pierden en sus propios sistemas.
Dotan, en el mejor de los casos, de ciertos conocimientos que en un disco duro
adicional, almacenan los universitarios en algún lugar de sus cerebros, para
simplemente usarlos después como herramientas especializadas; reduciendo así la
razón a un mero instrumento profesional. Insertamos datos en los cerebros, pero
no formamos almas totales y libres. De manera que el que tonto fue a la guerra,
tonto vuelve de ella, pero con un poco más de RAM.
Los tradicionalismos, las costumbres, las cofradías, peñas y clubes
deportivos; la estupidez y el pádel, son las bibliotecas del futuro, las
pinacotecas actuales. De intenso y transcendental te acusan si decides enfocar
el tema desde la emoción, o si tu opinión nace del sentimiento... Sentado junto
a la barra en estas estaba cuando llego y me dijo:
¿Qué
pasa Leo ¿todo bien?
Si
tío, disculpa lo de antes en tu casa
¿Lo
de cuándo? Y sonrió
Todo sucedió muy deprisa, Román puso tres vasitos sobre la barra para
brindar como antes, lo empuñe sin saber qué hacía, bebimos de un golpe subiendo
mucho la cabeza… Y ¡joder¡ por mi garganta entro el diablo: Cerré fuerte el
puño y mantuve el tipo mientras dos placas tectónicas crujían en mis entrañas,
la de siempre dormida que empezaba a rugir y la de esta misma noche viva como
piedra de mechero para la yesca; apreté los ojos para no despedir fuego por ellos…
¡rediós¡ - Se despidió
Hasta luego, cuídate Leo.
Le
respondí con algún gesto que no puedo recordar, desde la puerta se giró, para
mirarme y volvió a sonreír. Quede solo, Román, perro viejo, quito la botella de
la barra antes de respirar, y yo en erupción salí atropellado del bar, doble la
esquina como pude y estrellé mi puño aún cerrado contra la pared, más tarde
supe que con el vaso todavía agarrado; comenzó a sangrarme la mano y la refugié
en el bolsillo de la sudadera. Anduve no sé cuánto ni hacia donde hasta
terminar en un parque en el que había otros como yo, me senté y encendí un
pitillo; la sangre me hervía, rebusque en los bolsillos donde encontré algún
dinero en billetes que miré sobre la mano temblorosa; mataba por una copa, los
arrojé lejos hechos un arrugón y aparte enloquecido las hormigas que me corrían
por la cara; saqué el cigarrillo de entre los labios y apreté con rabia su
ascua contra mi tobillo desnudo, sujetándolo fuerte Allí... Como el choque de
dos incendios que ahogan el oxígeno que les alimenta, se fue sofocando aquel
infierno, las lágrimas apagaron mis ojos
y mi sangre se pudo enfriar….
Irache
bajo como loca las escaleras al oírme llegar en la madrugada, se abrazó a mí
sin decir nada, quise apretarla con mis manos y las abrí, en la que hasta
entonces había permanecido cerrada, encontré los trozos de cristal del vaso
lacerando mi carne y el coraje de aquella noche que no olvidaré jamás.
“Ahí
estoy en la esquina
Ese
soy yo en el centro de atención,
Perdiendo
mi religión”
© f. buendía.
Acompañamos con: "Losing My Religion" - R.E.M
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