¡Maydey!, ¡maydey!, ¡maydey!…
Space jumper one enviando llamada de Socorro; ¡maydey!, ¡maydey!, ¡maydey!…
¿Alguien puede escucharme…? ¿Hay alguien ahí…? ¡Maydey!, ¡maydey!, ¡maydey!… Space
jumper one…
Ramiro era un tipo corriente
y correoso, algo hermético quizás, pero un auténtico superviviente. Operario
montador de propulsores de ondas gravitacionales en la Aguirre Enterprise con
más de diez años de experiencia, fue uno de los últimos afectados por el ERE que llevo a cabo la compañía cinco años atrás. Hoy, es un reconvertido estibador
de fortuna; un descontado y anacrónico habitante más de la evolucionada New
World City del S. II, año 102, después del gran cataclismo.
La mañana era una de esas
mañanas húmedas, calurosas y grises, tan habituales en los últimos tiempos; la
alta radiación infrarroja, producida por la práctica inexistencia de ozono en
la atmósfera, el efecto invernadero y la creciente contaminación industrial,
habían hecho de la tierra un lugar difícilmente habitable. Los humanos, antaño paradigma
y esplendor de la evolución de las especies, eran hoy un extemporáneo vestigio
biológico cada vez más diezmado e insignificante, en un universo despiadado y
cruel, que no hacia concesiones. El cielo ya no era azul, ni transparente; el
sol hacía años que no iluminaba la tierra, todo era bruma, una densa y
soporífera niebla resplandeciente cubría el planeta. Como consecuencia, la
cobertura vegetal estaba arruinada y las explotaciones agrícolas hidropónicas,
habían sustituido a la agricultura tradicional. No era prudente exponerse de
forma continuada al exterior. Es por esto, que las comunicaciones y la mayor
parte de la vida se hacían “underground”: complejos industriales
multi-factoriales, donde, cada día era más difícil encontrar una ocupación que
los robots, ordenadores o autómatas, no estuvieran realizando ya; sórdidos y
contaminantes vehículos y convoyes de transporte que se sucedían, sin solución
de continuidad, en un infatigable movimiento pendular de ir y venir; paradas
para transeúntes equipadas con elegantes y solícitos espacios lúdico-comerciales,
capaces de recaudar hasta el último euro disponible que se atreviera a llegar
a manos de la gente decente; también en casa, si se tenía la suerte de contar
con una, o lo que era más frecuente: merodeando y rebuscando algo que llevarse
a la boca, entre los residuos y los despojos que un mundo, exhausto y empobrecido, generaba profusamente.
Como todas las mañanas, Ramiro
manejaba distraídamente su primitiva unidad eléctrica de desplazamiento
personal, MTEO-POF camino de la plataforma de atraque de la Galáctica Express, cuando,
de sopetón, como si de una aparición se tratase, tres androides tipo CNP-ONE capitaneados
por una unidad directora Cyborg CSI-PO
–humanos con
implantes cibernéticos, más conocidos como “Leonardos”–, conduciendo a la más hermosa y delicada de las criaturas
que Ramiro hubiera visto nunca, se le empotraron en el parabrisas. En un extraordinario
alarde de habilidad y reflejos, Ramiro fue capaz de hacerse con el control del
vehículo, minimizando los efectos de la colisión. Pero, así y todo, había sido
imposible evitar aplastar la cabeza a una de las unidades CNP-ONE.
– ¡Mala
hora, joder…! –Balbuceo
Ramiro imaginando las consecuencias.
La unidad Cyborg, que
estaba al mando del equipo, se acercó hasta él. Con una sola mano, lo agarró por el pecho y lo elevo como un metro sobre el suelo.
– ¿Qué crees
que estás haciendo, descontado de mierda? –inquirió el Leonardo.
Y diciendo esto, le
introdujo el dedo por el culo hasta el muñón. Ramiro gritaba, maldecía y
pataleaba inútilmente, sentado a horcajadas sobre el apéndice del Leonardo, mientras
se le caían dos lagrimones como dos puños. En realidad, el dolor físico era lo
que menos le importaba. Su dignidad estaba siendo pisoteada… ¡El
mismo aliento le dolía! Estaba siendo ultrajado y vilipendiado de forma humillante y arbitraria,
por un pedazo de carne con escaso cerebro. Sin razonar, sin justificar, sin oportunidad
de explicarse, ¿qué había pasado con los justos…? Y luego estaba ella.
Las unidades útiles CNP-ONE
se pusieron en marcha. Su cometido no admitía demora. Apartaron a un lado de la
calle a la unidad siniestrada y continuaron camino. Escoltaban a la chica
hasta el acceso de pasajeros de la “Galactic Voyager” –conocida como “El Planeta Errante”–. la Galactic, era
una gigantesca nave espacial tipo planetoide, completamente autónoma. Un transporte interestelar
propiedad de la saga “Aguirre-Cacciatore”,
a la sazón, parientes en grado lejano de la muy honrada y reverenciada Dorothea
Kirchner, Varonesa y actual mandataria universal de la Organización de Planetas
Unidos y Solventes (OPUS).
El Leonardo, que se había
entretenido un par de minutos todavía, haciendo que Ramiro mordiera el polvo
nuevamente, se encaminaba ahora hacia la plataforma de embarque siguiendo los pasos
de sus gregarios.
Quebrantado, deshonrado y
desesperadamente cabreado, Ramiro se dirigió de forma instintiva al receptáculo
dispuesto bajo el asiento de su vehículo, allí guardaba una vieja Hudson Desert
Eagle de 50 mm con cargador extraíble de siete cartuchos y algo de munición –una antigualla que había recibido
como pago de un trabajo que no pudo cobrar, que guardaba ajustada y
perfectamente engrasada–. Una pistola semiautomática de grueso
calibre capaz de perforar una
placa de acero de 12 mm, diseñada por Magnum y fabricada en Israel. Monto el arma y sin pensarlo
dos veces, se dirigió hacia el Leonardo que marchaba rezagado.
– ¡Eh, capullo…! –El ciborg, se giró con saboreada arrogancia,
no podía imaginar que Ramiro, sin mediar palabra alguna, le metiera dos tiros
en el pecho que le dejaran seco en el acto.
– ¡Perro de
mierda! –imprecó Ramiro, y escupió sobre el cadáver.
Echo un vistazo en derredor y comprobó que no había nadie. Afortunadamente, nadie había advertido nada,
–pensó–. Y sin saber muy bien por qué, resolvió seguir a los androides y a la chica
hasta el interior de la nave.
No fue difícil eludir los controles
de acceso de la nave interestelar, los CNP-ONE no destacaban por su sagacidad y
eficiencia precisamente. Eso sí, una vez dentro, resultaba complicado saber qué
hacer y dónde dirigirse. Decidido, pensó adentrarse en la bodega de carga; era
uno de los lugares más desguarnecidos y seguros para refugiarse. Según iba avanzando,
entre la negrura, le pareció reconocer una familiar forma que emergía de entre las
sombras. Se acercó con cautela y, efectivamente. Aislada y un tanto descuidada,
una veterana nave de avituallamiento tipo Serenity, reposaba sobre un
dique de carena parcialmente desmantelada. Salto al interior y busco acomodo sobre
uno de los asientos de la cabina.
– ¡Joooder! –dijo
mientras se sentaba notablemente excitado,
empezaba a tomar conciencia
de lo ocurrido–.
¡Sosiégate, sosiegate...!
Necesitas procesar lo que ha pasado.
Todo había transcurrido
de forma tan absurda y vertiginosa que, como en otras ocasiones, se le había
mudado el carácter y sin tiento ya para medir y calcular, el arrojo y la
testosterona habían dispuesto sobre la lógica. Una cosa había llevado a la
otra, y… el hecho es que era un "Crack" para complicarse la vida.
– ¿Por qué siempre, tienen
que pasarme a mí estas cosas? ¡Mierda…! ¡Joder! –dijo golpeando
reiteradamente con el puño sobre el brazo del asiento.
Entonces trato de serenarse; respiro profundamente hasta en tres o cuatro
ocasiones, descanso la cabeza sobre el respaldo del sillón, y sus mandíbulas se
aflojaron. Cerró los ojos lentamente y sucumbió a un placentero silencio. Transcurridos unos minutos... abrió los ojos de nuevo y sentencio:
– ¡A la mierda! –en una urgente decisión que despachaba de una tacada, toda su desafortunada existencia–. ¡A cantar igual no aprendo, pero no voy a dejar de cantar por eso, joder!
– ¡A la mierda! –en una urgente decisión que despachaba de una tacada, toda su desafortunada existencia–. ¡A cantar igual no aprendo, pero no voy a dejar de cantar por eso, joder!
Continuara...
La Nebulosa - © Edy
Ilustraciones: Ian McQue y Frank Quitely
Acompañamos con: Space Oddity - David Bowie, 1969
Tiene buena pinta y es un buen comienzo que ya deja ansias esperando la próxima entrega.
ResponderEliminaraquí una cita para que alguien le ponga titulo y propietario y que evoca estas mismas sensaciones analógicas en un mundo digital. larga vida al hombre Analógico.
"La sequía había durado ya diez millones de años y el reinado de los terribles saurios tiempo ha que había terminado. Aquí en el ecuador, en el continente que había de ser conocido un día como África, la batalla por la existencia había alcanzado un nuevo clímax de ferocidad, no avistándose aún al victorioso. En este terreno baldío y disecado sólo podía medrar, o aún esperar sobrevivir, lo pequeño, lo raudo o lo feroz."
"La próxima vez que veáis la Luna llena allá en lo alto, por el Sur, mirad cuidadosamente al borde derecho, y dejad que vuestra mirada se deslice a lo largo y hacia arriba de la curva del disco. Alrededor de las dos del reloj, notaréis un óvalo pequeño y oscuro; cualquiera que tenga una vista normal puede encontrarlo fácilmente. Es la gran llanura circundada de murallas, una de las más hermosas de la Luna, llamada Mare Crisium, Mar de las Crisis. De unos quinientos kilómetros de diámetro, y casi completamente rodeada de un anillo de espléndidas montañas, no había sido nunca explorada hasta que entramos en ella a finales del verano de 1966." - (“El centinela” de Arthur C. Clarke)
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