domingo, 23 de diciembre de 2012

Fade-out



         Anoche soñé con mi padre, estábamos cerca de casa junto a la caseta de la central hidroeléctrica donde trabajaba, él me decía - Me voy un rato al huerto, llámame corriendo si escuchas uno de estos timbres porque será señal de que ha saltado la línea de alta tensión y debo rearmarla enseguida - En una tabla había colocado una hilera de zumbadores eléctricos, que de alguna manera estaban conectados a los automatismos de la central; de esta manera podía recibir los avisos de averías en casa y así disponer de cierta libertad de movimiento para organizar sus múltiples tareas. El timbre sonó, yo le gritaba pero él no me oía… De repente estábamos los dos de bolo en un concierto de “Los Planetas” y mi padre conmigo en la mesa de mezclas, me daba explicaciones y consejos sobre cómo debía realzar las frecuencias subgraves del bombo utilizando el ecualizador paramétrico de forma precisa y en el ancho de “Q” adecuado para conseguir un sonido más profundo y compacto, de la misma manera que también se hacía necesario, me dijo  - Situar filtros paso bajos en los canales del charles y de los platos evitando así que el sonido de los toms entre por estos micrófonos -  Inexplicablemente se manejaba muy bien con todos aquellos apartaos digitales que a mi tanto me había costado dominar - Fíjate bien y que nadie te moje la oreja, tienes que ser el mejor técnico de sonido - Me insistía… 

Es así como era, me acuerdo que en el trabajo conducía una furgoneta destartalada pues nadie más que él la sabía barajar, orgulloso de su hazaña y de la supremacía que mantenía sobre el gobierno del cacharro, la utilizaba para alardear delante de los compañeros; amor propio hasta el extremo; servil, siempre tenía que ser el primero en todo y siempre había de irse el ultimo; este terco pundonor le duro toda la vida. Al despertar disfrutaba aún de la imagen del sueño clara en mi memoria, más pronto, la confusión ha deshecho el argumento hasta desvanecerse en un fade-out irremediable; sin embargo Igual que un rescoldo que no acaba de extinguirse, rondando en mi cabeza queda este distorsionado fragmento que acabo de contar. Después, poco a poco, ha crecido en mi un profundo sentimiento que evoca otro tiempo y que viene de la memoria de otro lugar; es uno de esos trocitos de nosotros mismos que casi nunca usamos porque dejaron de hacernos falta, pero que nos constituyen y conforman; que pacientes saben esperar guarecidos en algún pliegue de nuestro ser a que los necesitemos de nuevo y de esta manera nuestra conciencia los devuelva otra vez a la vida. 

Instalado en aquel tiempo he recordado el día en que mi padre se entretenía en arreglar una vieja escopeta de aire comprimido. Sentado en la valla que rodeaba la caseta eléctrica, mantenía la pequeña arma entre las piernas con la culata apoyada en el suelo y el cañón plegado hacia delante; afanado en limpiar y engrasar el artefacto, trataba de sacar lustre a la chatarra que ya en desuso alguien nos regaló. Mis hermanos y yo jugábamos cerca cuando me llamó la atención el interés con que desempeñaba su quehacer y me acerque a curiosear, no recuerdo que dijo solo que sonreía amablemente, lo rodeé y me dejé caer sobre su espalda con los brazos caídos hacia delante, note como agradecía mi gesto de cariño y aproveché la confianza ganada para enredar mis manos con las suyas intentando ayudar, hasta que encontré lo que resulto ser el gatillo y lo apreté. El cañón se levanto de manera fulminante estrellándose en plena frente de Papá justo la bolita del punto de mira… Enrojecido trató de conservar la sonrisa mientras su garganta se anudaba. Y yo espantado, me recogí sobre mi mismo como un escarabajo que quiere desaparecer bajo la tierra, invadido por el despiadado sentimiento de cuando le has hecho daño a quien pretendías lo contrario. 

Estos sueños son un regalo.


La Nebulosa - F. Buendía

2 comentarios:

  1. Al grito le pedí silencio,
    calma a la ciudad.
    Llamando por su nombre al sueño,
    éste no tardó en llegar.

    Había diecisiete espejos rotos
    encima de un altar.
    Reflejando esa parte de nosotros
    que intentamos ocultar.

    Había un mapa imaginario,
    un libro sin final.
    El camino estaba ya trazado
    y algo nos impedía andar.

    No puedo recordar jamás
    cómo acaban los sueños.
    Después de despertar
    se desvanecen y los pierdo.

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  2. … Pero los recuerdos desnudos de adornos, limpios de nostalgias, cuando solo queda la memoria pura, el olor sin rostro, el color sin nombre, sin encarnadura, son el esqueleto sobre el que construimos todo lo que somos, aquello que fuimos y lo que quisimos y no pudo ser.

    Después, inflexible, el olvido irá carcomiendo la historia; y aquellos que nos han querido restaurarán nuestra memoria a su gusto y a su medida con recuerdos de sus vidas.

    (Los recuerdos – Joan Manuel Serrat)

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