Anoche soñé con mi padre, estábamos cerca de casa junto a la caseta
de la central hidroeléctrica donde trabajaba, él me decía - Me voy un rato al
huerto, llámame corriendo si escuchas uno de estos timbres porque será señal de
que ha saltado la línea de alta tensión y debo rearmarla enseguida - En una
tabla había colocado una hilera de zumbadores eléctricos, que de alguna manera estaban conectados a los automatismos de la
central; de esta manera podía recibir los avisos de averías en casa y así
disponer de cierta libertad de movimiento para organizar sus múltiples tareas.
El timbre sonó, yo le gritaba pero él no me oía… De repente estábamos los dos
de bolo en un concierto de “Los Planetas” y mi padre conmigo en la mesa de
mezclas, me daba explicaciones y consejos sobre cómo debía realzar las
frecuencias subgraves del bombo utilizando el ecualizador paramétrico de forma
precisa y en el ancho de “Q” adecuado para conseguir un sonido más profundo y
compacto, de la misma manera que también se hacía necesario, me dijo - Situar filtros paso bajos en los canales del
charles y de los platos evitando así que el sonido de los toms entre por estos
micrófonos - Inexplicablemente se
manejaba muy bien con todos aquellos apartaos digitales que a mi tanto me había
costado dominar - Fíjate bien y que nadie te moje la oreja, tienes que ser el
mejor técnico de sonido - Me insistía…
Es así como
era, me acuerdo que en el trabajo conducía una furgoneta destartalada pues
nadie más que él la sabía barajar, orgulloso de su hazaña y de la supremacía
que mantenía sobre el gobierno del cacharro, la utilizaba para alardear delante
de los compañeros; amor propio hasta el extremo; servil, siempre tenía que ser
el primero en todo y siempre había de irse el ultimo; este terco pundonor le
duro toda la vida. Al despertar disfrutaba aún de la imagen del sueño clara en
mi memoria, más pronto, la confusión ha deshecho el argumento hasta
desvanecerse en un fade-out irremediable; sin embargo Igual que un rescoldo que
no acaba de extinguirse, rondando en mi cabeza queda este distorsionado
fragmento que acabo de contar. Después, poco a poco, ha crecido en mi un
profundo sentimiento que evoca otro tiempo y que viene de la memoria de otro
lugar; es uno de esos trocitos de nosotros mismos que casi nunca usamos porque
dejaron de hacernos falta, pero que nos constituyen y conforman; que pacientes
saben esperar guarecidos en algún pliegue de nuestro ser a que los necesitemos
de nuevo y de esta manera nuestra conciencia los devuelva otra vez a la vida.
Instalado en
aquel tiempo he recordado el día en que mi padre se entretenía en arreglar una
vieja escopeta de aire comprimido. Sentado en la valla que rodeaba la caseta
eléctrica, mantenía la pequeña arma entre las piernas con la culata apoyada en
el suelo y el cañón plegado hacia delante; afanado en limpiar y engrasar el
artefacto, trataba de sacar lustre a la chatarra que ya en desuso alguien nos
regaló. Mis hermanos y yo jugábamos cerca cuando me llamó la atención el
interés con que desempeñaba su quehacer y me acerque a curiosear, no recuerdo
que dijo solo que sonreía amablemente, lo rodeé y me dejé caer sobre su espalda
con los brazos caídos hacia delante, note como agradecía mi gesto de cariño y
aproveché la confianza ganada para enredar mis manos con las suyas intentando
ayudar, hasta que encontré lo que resulto ser el gatillo y lo apreté. El cañón
se levanto de manera fulminante estrellándose en plena frente de Papá justo la
bolita del punto de mira… Enrojecido trató de conservar la sonrisa mientras su
garganta se anudaba. Y yo espantado, me recogí sobre mi mismo como un
escarabajo que quiere desaparecer bajo la tierra, invadido por el despiadado
sentimiento de cuando le has hecho daño a quien pretendías lo contrario.
Estos sueños
son un regalo.
La Nebulosa - F. Buendía
Al grito le pedí silencio,
ResponderEliminarcalma a la ciudad.
Llamando por su nombre al sueño,
éste no tardó en llegar.
Había diecisiete espejos rotos
encima de un altar.
Reflejando esa parte de nosotros
que intentamos ocultar.
Había un mapa imaginario,
un libro sin final.
El camino estaba ya trazado
y algo nos impedía andar.
No puedo recordar jamás
cómo acaban los sueños.
Después de despertar
se desvanecen y los pierdo.
… Pero los recuerdos desnudos de adornos, limpios de nostalgias, cuando solo queda la memoria pura, el olor sin rostro, el color sin nombre, sin encarnadura, son el esqueleto sobre el que construimos todo lo que somos, aquello que fuimos y lo que quisimos y no pudo ser.
ResponderEliminarDespués, inflexible, el olvido irá carcomiendo la historia; y aquellos que nos han querido restaurarán nuestra memoria a su gusto y a su medida con recuerdos de sus vidas.
(Los recuerdos – Joan Manuel Serrat)