¿Qué le pasa al gigante?
¡Vaya, parece que el gigante tan solo tembló ¡
Veinte de enero de
dos mil catorce, continúo sin noticias de Genoveva. Veintiuno de
diciembre del dos mil doce… hoy el mundo se acaba. Quisiéramos una vida de suerte y lindezas
pero tenemos también el morbo de querer asistir al apocalipsis final, así
somos, ególatras a reventar. Y la verdad es que esta vez lo merecíamos ¡carajo¡
cómo estamos tratando a la madre naturaleza
y el egoísmo material con el que nos conducimos sin respetar nada, ni a nosotros mismos… es para que el monstruo se cabree; pero el gigante
cansado tan solo tembló. En esto ha quedado el anunciado, radiado, televisado y
sobre saturado, enésimo del mundo final; algunos temblores, un perezoso rugir,
como el gato que refunfuña sin llegar a
despertar. Este es todo nuestro finalísimo final. Los Mayas nos equivocaron,
como nosotros lo hicimos con ellos; nos aseguraron un cambio el día del solsticio en diciembre del
año presente, más tan solo ha cambiado una página en la calendario… ¡diablos¡
la renovación física y espiritual que daría paso a una nueva era no se ha
producido, o al menos yo no la he notado aún y a juzgar por la cara de Remedios, ella tampoco… limpia y se
queja de sus nueras¡¡ todo sigue igual.
Dieciocho de agosto
de mil novecientos cincuenta y nueve, es
martes, anochece y el calor es espantoso “un perro ladra a la luna plenamente
convencido de que esta le escucha” día
perfecto para iniciar un firme propósito, el campo huele bien y el por venir
corre de mi cuenta.
Dieciséis de septiembre de mil novecientos
setenta y nueve, Genoveva se fue. Pensé
que el mundo se hundía y pedí al rojo
cielo que me abrasara, pero ardiera solo
yo mientras la nieve caía a mí
alrededor… Lentamente fuego
dentro, en medio del glacial en que todo sumía… Y todo, llegó aquí sin mí… restos del hundimiento
mecidos a la deriva encuentran sin saberlo playa. En la arena ahora
varada, cada vez que las olas se agitan
pienso en porque aquella noche juntos no prendimos… y el mundo dejara de ser
mundo al fin.
Hoy,
tercer siglo del segundo periodo potsglacial, he visto una estrella… Rescaté
lo que pude y añadí lo que quise menos a ti… antiguo, viejo todo menos yo. Cada
tarde sirvo Té verde, me siento y miro a donde no estas, dos de azúcar marrón pongo para mí, espero y sorbo cachazudo,
huelo, respiro… vacío tu taza sobre la arena y paseo junto al mar… tu ausencia
te ha sustituido y ya es mejor que tú.
Caray¡¡¡ he subido para mirar lejos esta tarde,
pero mi torpe vista miope nunca me dejar ver lo que sé que está allí, así que lo he imaginado mientras el aire
refrescaba mi cara... Acabo el pitillo y me voy a la cama, ya no hay miedo, nada ha cambiado bajo el
cielo… todo igual. Nada que ver.
© f. buendía.
Música: John Coltrane "Stardust" (1958)
Después de encasquetarme el sombrero, salí
ResponderEliminara un mundo habitado por un gran número de
hombres que también se habían encasquetado el sombrero, y nos rozamos y tropezamos
en trenes y metros, intercambiando el conocedor guiño de competidores y camaradas
que luchan, con mil artimañas y fintas, para
alcanzar un mismo objetivo: ganarnos la vida.
Las olas
Virginia Woolf
Seguiremos entonces encasquetandonos el sombrero todavía.
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