sábado, 22 de diciembre de 2012

¿Qué le pasa al gigante? - El hombre sin mirada






¿Qué le pasa al gigante?


        ¡Vaya, parece que el gigante tan solo tembló ¡

Veinte de enero de dos mil catorce, continúo sin noticias de Genoveva. Veintiuno de diciembre del dos mil doce… hoy el mundo se acaba.  Quisiéramos una vida de suerte y lindezas pero tenemos también el morbo de querer asistir al apocalipsis final, así somos, ególatras a reventar. Y la verdad es que esta vez lo merecíamos ¡carajo¡ cómo estamos tratando a la madre naturaleza  y el egoísmo material con el que nos conducimos sin respetar nada,  ni a nosotros mismos…  es para que el monstruo se cabree;  pero el gigante cansado tan solo tembló. En esto ha quedado el anunciado, radiado, televisado y sobre saturado, enésimo del mundo final; algunos temblores, un perezoso rugir, como el gato que refunfuña sin  llegar a despertar. Este es todo nuestro finalísimo final. Los Mayas nos equivocaron, como nosotros lo hicimos con ellos; nos aseguraron  un cambio el día del solsticio en diciembre del año presente, más tan solo ha cambiado una página en la calendario… ¡diablos¡ la renovación física y espiritual que daría paso a una nueva era no se ha producido, o al menos yo no la he notado aún y a juzgar por la  cara de Remedios, ella tampoco… limpia y se queja de sus nueras¡¡  todo sigue igual.

Dieciocho de agosto de mil novecientos cincuenta y nueve, es  martes, anochece  y el calor es  espantoso “un perro ladra a la luna plenamente convencido de que esta le escucha”   día perfecto para iniciar un firme propósito, el campo huele bien y el por venir corre de mi cuenta. 

            Dieciséis de septiembre de mil novecientos setenta y nueve,   Genoveva se fue. Pensé que el mundo se hundía y pedí  al rojo cielo que me abrasara,  pero ardiera solo yo mientras la nieve caía a mí  alrededor…  Lentamente fuego dentro, en medio del glacial en que todo sumía… Y todo,  llegó aquí sin mí… restos del hundimiento mecidos a la deriva encuentran sin saberlo playa. En la arena ahora varada,  cada vez que las olas se agitan pienso en porque aquella noche juntos no prendimos… y el mundo dejara de ser mundo al fin.

       Hoy, tercer siglo del segundo periodo potsglacial, he visto una estrella… Rescaté lo que pude y añadí lo que quise menos a ti… antiguo, viejo todo menos yo. Cada tarde sirvo Té verde, me siento y miro a donde no estas, dos de azúcar marrón  pongo para mí, espero y sorbo cachazudo, huelo, respiro… vacío tu taza sobre la arena y paseo junto al mar… tu ausencia te ha sustituido y ya es mejor que tú.

      Caray¡¡¡ he subido para mirar lejos esta tarde, pero mi torpe vista miope nunca me dejar ver lo que sé que está allí,  así que lo he imaginado mientras el aire refrescaba mi cara... Acabo el pitillo y me voy a la cama,  ya no hay miedo, nada ha cambiado bajo el cielo… todo igual.  Nada que ver.


© f. buendía. 

Música: John Coltrane "Stardust" (1958)




2 comentarios:

  1. Después de encasquetarme el sombrero, salí
    a un mundo habitado por un gran número de
    hombres que también se habían encasquetado el sombrero, y nos rozamos y tropezamos
    en trenes y metros, intercambiando el conocedor guiño de competidores y camaradas
    que luchan, con mil artimañas y fintas, para
    alcanzar un mismo objetivo: ganarnos la vida.

    Las olas
    Virginia Woolf

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