martes, 12 de enero de 2016

Los Solitarios






Los Solitarios

-  Si tu corazoncito me quiere, no habrá remedio  ¡pero¡  si tu corazoncito no me quiere, tampoco habrá remedio,  a pesar de lo que hayas escrito en esta carta mi pequeño paraíso. Mi corazón te quiere princesa, de manera que todo depende de ti.       

Dijo el hombre a la chica quizá traicionado por su madurez, mientras sostenía cómplice el sobre entre sus manos; cómplice con otro tiempo de sí mismo, empático con quien no ha necesitado decidir aún nada importante, referido a lo que esta palabra significa cuando te acercas a la vida que ya depende solo de ti, cuando no hay otra escusa más que la de tu libertad para elegir a dónde y debes señalar el lugar, sin escuchar otra cosa que tu voz. Ella titubeó ahora, dudando sobre la voluntad escrita de acabar aquella relación pues a pesar de su juventud había sopesado parámetros complejos, impropios tal vez para su edad y alejados de la realidad sencilla que un tipo mucho mayor que ella acababa de explicar. Son estos los atrevimientos y también los miedos con los que nos manejamos dependiendo de nuestra suerte y de lo que podamos perder  o ganar      

-           Serás el tipo de mujer que seduciría a cualquier tipo de hombre.

Escuchó estas palabras sin apenas entenderlas, solo muchos años más tarde descubrió que algunas freses están ya pre-hechas para el uso y que se utilizan cuando alguien quiere adornarse con la intención de dar a la conversación un carácter reflexivo en esta ocasión también adulador. Y quiso ver entonces su cara pero apenas le miro, apenas pudo sostener los ojos frente a los de aquel hombre,  enmarcados de arrugas y de tiempo, de pensar, de ver y de estar… que la quería como un loco bisoño pero le hablaba igual que un viejo maestro. Es cierto pensó, nada podré lograr que mi corazón no quiera,  nada… estaré perdida si es lo que quiere, supo.

Cerca del pueblo oía los sonidos del día e imaginaba los de la noche en la ciudad fría, un año nuevo creyó escuchar los aleluyas desde su jardín;  los fuegos de artificio lucían sobre el olivar cada agosto por fin de fiestas… alejada, Celia escuchaba todo olvidando problemas y  preocupaciones de mayores;  se sentaba a desayunar cada mañana a la puerta de su casa y prefería ser feliz sola y mataba si necesario por no llorar. El Galleta, pequeño mil leches azafranado se acercó prudente esperando su pizco de tostada con mermelada de tomate y se alejó mascando y volvió después y se marchó… no lejos; es el típico animal que busca y que  extraña  pero nunca exige a su ama porque sabe que no ha derecho para sí. Entre las hojas oscuras miradas contra el cielo se cuela la luz y en el estanque se refleja el sol que brilla dentro de sus ojos cuando lee las noticias escritas en el periódico, perdida en las letras mueve despistada con la cuchara el café;  gruñe la taza, silba entrechocando el metal y la loza ¡ riinm, sinch, tit, titc ¡  ¡ riinm, sinch, tint, titc ¡  cuando gira… gira,  ¡ sinch, tit, titc ¡  …da vueltas.

       Reencontró al Román seductor y atractivo a la puerta del especialista ahora un viejito achacado de próstata.

–          Perdone joven ¿Quién va último? - Inquirió el viejo
–          Señor, creo que soy yo –

Y esperó mientras lo miraba frente a frente sentada en uno de los asientos de formica organizados en  largas bancadas  para “desesperar” en la  sórdida sala de espera. No podía dar crédito a la escena, el hombre consumido, un anciano en el ocaso de su vida, explicaba a la acompañante, seguramente su hija, una señora de edad semejante a la de Celia:


–          Ya está, el doctor nos dará ahora el resultado, si es bueno, será bueno y si es malo, no habrá remedio, de nada sirve preocuparse;  ya hemos hecho cuanto está en nuestras manos, todo depende de los resultados. De manera que no te preocupes mi pequeño paraíso.

La enfermera salió a la puerta de la consulta y pronunció el número de Celia, y entró esta para tratar de poner solución de una vez por todas, se propuso, al eterno y  vulgar problema de las pequeñas fugas urinarias que traicionan a la mayoría de las mujeres maduras  -  A cada estornudo, a cada pequeño esfuerzo ¡clops¡  dejándote en evidencia siempre en los momentos más embarazosos ¡diablos¡ por más que cruces las piernas, llegas tarde -  Es una estúpida situación que siempre deja a una mujer enmm… bragas.


Cada día de cada mañana de toda una vida, Celia se preguntó:  ¿porqué escribí esa carta?  Esto dicho así parece de un esfuerzo descomunal pero no es cierto, a lo largo de la vida existen momentos diarios, no se sabe cuándo,  para acordarse de estas cosas; imprevisto, es el recuerdo quien busca su rato y te asalta  para pillarte desprevenido, y para hacer notar que viaja contigo,  dentro. No había vuelto a saber de Román desde entonces, o sí, pero de una forma vaga; sin embargo todos los días la misma pregunta  “¡Porque escribí aquella carta¡” ¿porqué traicioné a lo que para en mi corazón no había remedio? Son la razón y el miedo traicioneros ¿de qué nos previenen?    Celia vivió una vida feliz: un marido adorable con el que comparte dos hijos y del que terminó separada pronto; un trabajo en el que brilla y por el que es reconocida y una casa en el campo, flores y algunos perros, Celia tuvo a su lado siempre un perro;  el sol cada mañana y de noche las estrellas… todo cuanto quería cerca, apenas doscientos metros.

Se cruzó con Román y su supuesta hija a la salida, ellos entrada, de la consulta.

–          Todo bien Celia – escucho.
 –         Sí, sí;  Todo bien Román.
-           “Fue un bonito sueño que no se cumplió, pero que me alegro de haber tenido”  cuídate princesa – Susurró.

El corazón le comenzó a latir como el motor de un tractor que ahogado no termina de arrancar y la sangre de repente toda en su cabeza hervía buscando aire a través de sus pómulos. Huyó, busco agua con la que refrescarse, distancia, tiempo, esfuerzo… otra vez control. Y marchó a casa serena.

El tiempo caprichoso les ofreció al fin este instante, nunca más supo Celia de Román. Sin embargo ahora un recuerdo nuevo formar parte de ese Runm, runm diario, en su cabeza, cada vez más  llena de todas las cosas que le preocupan y que le preocuparon o que añora, las que le sobrecogieron… de las que se arrepiente y da las que se alegra, de las que no ha  pedido ni le pidieron aún perdón.  Es así la vida, porque si ella quiere:  No habrá remedio.



© f. buendía.




4 comentarios:

  1. Ni el olvido ni el perdón, pero si la distancia. Un abrazo. Carlos

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  2. Eterna lucha aquella del corazón y la razón… Una tesitura, que no siempre nos lleva al desenlace que hubiéramos querido, o sí…quién sabe…

    Un placer leerte…

    Bsoss...

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