Les Demoiselles d'Avignon
El
ego es como tener una novia guapa… sale caro, de manera que vivo sin exponerme
y muerdo si a casa vienes demasiado.
Ese verano, dieciséis de julio, llegaron tres
chicas al poblado: Juani, Carmen y Ana;
Ana la del bañador estampado en amalgama de azules verdosos, aguados los azules
y verdes agua los verdes de mar; entorna
los ojos miel mientras recoge sus brazos alrededor de las piernas sentada sobre
un peldaño, Carmen sin querer, quería ser desenfadada y nos mira en la foto
descaradamente canalla, conmovedoramente despistada; y Juani la eterna cándida
sofisticada, rueda mientras sueña por escaleras en espiral hasta caer en
profundos agujeros de los que tanto nos costaba rescatarla. Herrera y yo nos habíamos ido y ellas estaban
donde nosotros debíamos haber estado ese verano, Verde de Covaleda nosotros,
seco del Guadalquivir azul en el pantano del salto, las señoritas d´Avignon…
rosa. ¡Qué estúpidos si acaso…¡ ...pasaron las cosas.
“Ella
se asomó a la ventana y negó con la cabeza ¿Cómo puede probarse lo que es
mentira?”
Uno
se cree que todo es corregible pero el pasado es indeleble, fue lo que pasó…
eso fue. No recuerdo muchas más caras de aquel julio: una alberca bajo un nogal
donde ellas se bañan sin nosotros recuerdo y autobuses adentrándose a los picos
de Urbión, el terrible fresco de las noches allí, pero ninguna cara. Solo la de las tres amigas retratadas en traje de
baño y sentadas en el porche de la escuela-iglesia que ya no existe... no queda
otra cosa que la fotografía de las tres
gracias y un espacio que está solo en nuestro recuerdo distorsionado...
guardado en pequeños cubos que componen para la memoria una perspectiva
múltiple… la que quisimos que fuera cierta.
©
f. buendía
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