En
el rincón de la calle Los Molinos, tras la puerta, el miedo no era mayor que la
curiosidad. Mis hermanas y yo, tentábamos la madera hirviente del grueso
portón; el jaleo que llegaba de afuera
nos hacia cosquillear por dentro como si hormigas miles subieran alegres por
nuestras piernas; imparables bullíamos hasta que empezamos a entender la
gravedad de lo que acontecía: la preocupación en el rostro de Papá y el abuelo,
el desamparo de mamá, los gritos en la callé… todo aquello configuraba para
nosotras una excitante aventura; aunque mucho mas tarde entendimos que esta
noche cambiaría para siempre la realidad de nuestras vidas. Mariana subió al
piso superior y nos chisto desde arriba, subimos de inmediato y a través del
pequeño ventanuco, apretadas las tres, pudimos ver la lonja de enfrente ¡una enorme hoguera se
levantaba en ella! Más alta que las casas, más alta que la iglesia… los hombres
saltaban endiablados arrojando a las llamas santos, cruces, ornamentos y ropas
eclesiástica; exaltados, parecían disfrutar como en una fiesta. Las mujeres de
las cuevas huían de allí con canastos abarrotados de lo que creyeron poseía
algún valor y, de repente, se escucharon tiros. Papa nos aparto de un puñado y
atranco la ventanucha mientras le decía
a madre - Juana llévate a las chiquillas al corral,
mételas en el retrete y no hagáis ruido,
cerrad la puerta y callad; si entran, les diré que estamos el abuelo y yo
solos, que la familia está en al campo y hemos subido a coger viandas para mañana.
Cuando despertamos seguíamos las
tres en el retrete abrazadas a mamá, la luz del día se colaba por las rendijas
de la tosca portezuela obligándonos a apretar los ojos; era uno de esos días radiantes
y cálidos en los que se hace difícil prever que algo grave pueda suceder. Sin
embargo durante la noche pasada, que ahora me parecía un sueño, se había
iniciado todo; los milicianos rojos contrariados y enardecidos, ofuscados por
las noticias que llegaban sobre el levantamiento fascista, se hicieron a las
calles, encarcelaron a los ricos nacionalistas, quemaron sus iglesias y les
despojaron de sus propiedades. De repente el pueblo se había dividido en dos
mitades, ¿de qué parte era yo? ¿y mis padres? ¿y mis hermanas? ¿podíamos
elegirlo?... Por el aspecto de los nacionales, se diría que mi familia y yo no
pertenecíamos a ese bando. Tardamos en salir a la vista de la calle, primero
abrimos con miedo el ventanillo y contemplamos la gran montaña de rescoldos
humeantes, después salió mi padre y hablo con los vecinos, le siguió el abuelo
y así fuimos recobrando la confianza para volver a este espacio tan cotidiano,
donde tantas veces jugamos y que ahora se nos hacía ajeno ¿Cuándo dejo de
pertenecernos? Asombrada, los ojos se me iban a las estrellas
que relucían entre las cenizas de la hoguera, dorados y platas brillaban en la
negra carbonilla. Las puertas de par en par en la iglesia, el desorden dentro,
el humo, la plaza desolada, abandonada por los que la devastaron, temida ya por
el resto… Nunca antes había entendido
ese lugar extraño, ni el misterio que se guarecía dentro, detrás de la pesada
puerta; tan oscuro y frío, por donde pasaban
gentes que dentro no parecían lo que eran fuera. Y no pensé jamás que
ese aciago edificio pudiera vomitar algún día
un infierno sobre la lonja de la calle de Los Molinos, frente a mi casa,
en mi pueblo… Ni que las estrellas que brillaban entre la bazofia, me pudieran
atraer de esa manera.
El
tiempo y la confianza se apoderaron de la bestia, los días pasaban y las tardes
las echábamos los niños escarbando en
los restos de la hoguera, expoliándola codiciosamente de sus pequeños tesoros.
La normalidad es una referencia mucho mas variable de lo que creemos pues nos
adaptamos al cambio con gran facilidad; así, lo que ayer nos parecía un abismo
hoy es nuestro valle ideal y al año justo de caer en el infierno, somos capaces
de montar un festín para celebrar el aniversario de nuestra llegada. El caos en
las calle se había instalado de una manera igualmente cotidiana, exaltados y
despavoridos convivían con plena naturalidad…
Las escenas más esperpénticas se vivían con absoluta llaneza de a
diario: el trasiego en las casas de los señores abiertas de par en par y de
donde sabanas, vajillas, ropas y muebles, salían desfilando aceras arriba en
manos de las familias más humildes; las cuadrillas de milicianos gritando sus
máximas, las noticias en las radios, el odio, la sed de violencia en espiral
creciente… La mayoría fuimos meros
espectadores que pretendíamos
estúpidamente pasar desapercibidos, como no queriendo tomar el aire en medio
del huracán.
Luego
pasaron muchas cosas y al final los vencedores se ensañaron en una despiadada represalia pero hoy este es mi recuerdo, en mi memoria
habita desde entonces, es una de esas imágenes que viajan conmigo sin ser mala
compañera. Lo he contado miles de veces
a mis hijos, ellos callan siempre y escuchan como si fuera la primera vez que
lo cuento; sabemos que es así como nos
gusta, como si fuera la primera vez... Maldita sea, una a esa edad no puede
entender que necesidad había de todo aquello, es ahora cuando trato de comprender
la situación y que el cansancio, el hambre, la injusticia y la sin razón,
provocaron el enfrentamiento; más siempre, cuando termino de plantearme este
argumento que me ayuda a entender al ser humano y que en extremas
circunstancias podemos caer en la barbarie;
acuden a mi memoria el rostro de mi padre y de mi abuelo y pienso en
cuantos grandes hombres se pierden por ser prudentes, pues teniendo mejor
criterio callan.
No
sabría explicar mejor el porqué, fue así, sin más nada “la libertad solo significaba, no tener nada
que perder” y en el aquel tiempo de las estrellas reluciendo dentro de las
hogueras, casi todo el mundo lo tenía ya todo perdido, de manera que buscaban a tiros su libertad.
La Nebulosa - F. Buendía
Acompañamos con: "Papá cuentame otra vez" - Ismael Serrano
Me es imposible no emocionarme cada vez que la escucho.
ResponderEliminarEs la realidad.. Está, mas que una canción, es un himno a la esperanza de millones de sin voz
Yo creo que debe ser un recordatorio a todas las gentes, progresistas o libertarias, de que no debemos dejar de luchar y de que no cambiará el mundo a no ser que LO CAMBIEMOS DE VERDAD
Besos Nebulosa
Isa
Gracias, completamente de acuerdo, hay luchar por lo que se cree, mucho mas, en estos tiempos. Los tiempos como estos, siempre vuelven. Besos, ciao!
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