Sencilla y entusiasta privanza, la que nos convocaba
domingo sí, domingo no, en Chalamera, ¿recuerdas? Una vez Don Julián, daba por finalizada su incendiaria homilía. Nosotros,
entonces jóvenes y entusiastas, no encontrábamos tiempo para escabullirnos prestos
a encaramarnos tras la vieja tapia. Según íbamos llegando, íbamos asaltando los
mejores sitios; esta era la única premisa. ¡Despreocupada liturgia! Durante los minutos previos todo era
bulla, guasas, cigarrillos… pero amigo, una vez iniciada la contienda, la
emoción secuestraba la atención de los concurrentes y, cada uno en su lugar, seguía
sin pestañear las evoluciones de aquellos tipos extraordinarios. Era
nuestra verdadera religión; el estado de ánimo podía pasar de la alegría a la
tristeza y luego otra vez a la alegría y nuevamente a la tristeza en cuestión
de segundos, mientras permanecíamos allí parapetados y sobreexcitados en un frenesí
estoico maravilloso.
Luego, si todo había ido bien, una cuartilla de
vino a escote en la taberna del “Tizne”, donde revivíamos con verdadera pasión, y algo exaltados también según se iba apurando el morapio, los más destacados momentos
del choque, y a casa. ¡Cuánta inocente verdad había en aquellas dos espléndidas horas!
A Cecilio.
La Nebulosa - © Jp del Río
Fotografía: Curiosity, Tomislav Peternek