jueves, 11 de febrero de 2016

El voyeur




El voyeur

       ¡Je Je¡ hoy me he acordado de aquella noche echados sobre los escalones oscuros en el jardín del instituto. Llevabas el pelo castaño suelto y recién lavado,  con flequillo pero ya un poco crecido cubriéndote las cejas demasiado jóvenes y  aún no depiladas;  tus ojos marrones o ¿grises? ¡diablos¡ no lo recuerdo… ¡miel¡ ahora creo saber  ¡unmm¡ como quisiera volver a verlos.  No olías a nada, solo a ti.  Los labios tenuemente cerrados, gorditos y tiernos,  daban a tu cara ovalada ese aspecto tan serio de lista interesante pero cuando se abrían para sonreír te descubrían cómplice y radiante… hedonistas por doctrina… como yesca para mí  alma. Llevabas puesto un típico vestido tuyo, blanco y suelto bajo el pecho, ceñido a este por un elástico corpiño; facilísimo a mis manos torpes  …y tu cara  tocando mi cara.

        Un imbécil voyeur se acercó gritando, quería asustarnos y vernos de cerca ¡idiota¡ tu rostro cambió de repente  al asombro, a la vergüenza y un poco al miedo ¡animal¡ He maldecido toda mi vida a esos estúpidos que no tiene suficiente con el mal de excitarse espiando a otros,  si no que también humillar psicológica o físicamente al indefenso supera  su gozo; sin saber  siquiera ¡necios¡ porqué ni qué coño es lo que sienten.


       Nos duró poco el sofoco, le dimos unas cuantas voces y lo mandamos a la mierda. Marchamos de allí abrazados, queriéndonos más si entrara en el caber;  tú a mi lado izquierdo, y yo feliz de ti.


© f. buendía